Es una
palabra que repetimos tanto pero a veces no le damos la importancia que tiene.
Normalmente
vivo predispuesta para lo bueno pero también soy una persona precavida. La confianza debe irse tejiendo con la
interacción y no se trata de desconfiar sino de resguardar nuestra integridad, por
ejemplo: no me montaría en un carro con
un desconocido, no le daría a cuidar mi
dinero a cualquier persona, no invertiría sin mirar los riesgos; pero de forma general no ando con el
pensamiento de que los demás quieran perjudicarme o sacar ventaja, creo en una
raza humana con valores pero estoy consciente de que existen quienes no los
tienen y hay situaciones a las que no me expongo.
He hablado
con personas que me dicen: “yo no confió en la gente, piensa mal y acertarás,
me he llevado cada fiasco con gente en la que ayudado” y analizando la raíz de
cada caso en particular he podido deducir como opinión muy personal que el
factor común ha sido el no saber establecer la relación de confianza y creer que
porque alguien vista bien, va a tu misma iglesia entonces es confiable.
Como
persona a la que gracias a Dios le ha ido muy bien en el tema en cuestión te
puedo recomendar mi premisa sobre la confianza: debemos entender que no podemos
confiar de manera instantánea sino que tal como se construye un puente por
ejemplo, ir trenzando los hilos de
confianza de a poco y así nos evitaremos malos ratos. No basta solo con ser
positivos tenemos que ser precavidos pero sin caer en la paranoia ya que es
innegable el hecho de que somos seres sociales y debemos relacionarnos con las demás personas, si andamos pensando que
todos nos harán daño sería muy difícil el integrarnos sanamente a la sociedad y
eso será lo que atraeremos a nuestra vida ya que atraeremos lo que pensamos.